La práctica espiritual | Cómo utilizar el cuerpo para conectar con la sabiduría femenina

Inake-Webinars y podcast

La práctica espiritual

En las píldoras de sabiduría femenina que hoy te traigo me gustaría contarte lo mucho que me ha ayudado incorporar en mi día a día la práctica espiritual para conectar con la mejor versión de mi misma.

Hay miles y miles de caminos para alcanzar este estado de plenitud y no hay uno que sea mejor que otro. De hecho, por mi experiencia te puedo decir que cada una de nosotras tiene sus técnicas y sus métodos, pero todas llegamos a un mismo lugar: si realizas una práctica espiritual vas a lograr alcanzar un estado de paz interior, una mayor conexión contigo misma y con el todo, y un mayor autoconocimineto.

Se trata, en realidad, de un acto de profundo amor y compromiso contigo mismas.

En la píldora de hoy te hablo de las herramientas que a mi me han servido para conectar profundamente con el Sagrado Femenino y llegar a corporizar la ciclicidad que le caracteriza. Así es como vivo la espiritualidad. Sin embargo, te invito a que escuches a tu corazón y pruebes las distintas opciones que se pueden estar presentando en tu vida, para quedarte con la que más resuena contigo y comiences una rutina diaria que hará que tu vibración se eleve.

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La espiritualidad femenina y el cuerpo

Cuando practicamos una espiritualidad que involucra una conexión con lo femenino necesariamente tiene que estar incluido el cuerpo, porque la espiritualidad femenina se vive a través del cuerpo, no desde la mente. La práctica espiritualidad vivida desde lo femenino se realiza a través del hecho de corporeizar a la Diosa y empoderarnos desde ahí.

Practicar la espiritualidad femenina significa que entender que la energía femenina tienes dos cualidades fundamentales: es cíclica y es creadora de vida. Empoderarnos a través de esta espiritualidad significa honrar el cuerpo, abrazar nuestra ciclicidad y entender cómo funciona nuestra creativa interna. En ella encontramos momentos de luz y momentos de oscuridad, momentos de creación y de destrucción. Estos momentos de destrucción son fundamentales porque son los que nos permiten vaciarnos para volver de nuevo a ser capaces de crear vida.

Somos muchas las mujeres que sentimos un anhelo enorme de crear vida, cualquier tipo de vida, ya sea un bebé, un proyecto, un libro o una simple receta de cocina… Todo eso es vida… surge de nuestra capacidad creadora y de la unión de nuestras dos energías internas: la femenina y la masculina… Sin embargo, aunque sentimos ese anhelo enorme, no nos sentimos capaces de crear porque nuestro útero, que es nuestro centro de creación, está lleno de energía estancada que ya murió, y en él no puede florecer nada nuevo.

El útero es una vasija receptiva que siempre está absorbiendo energía:

la que dejamos entrar desde el exterior y la que introducimos nosotras mismas. La que entra desde el exterior suele hacerlo a través del acto sexual con otra persona, y es muy importan que seamos selectivas. Aquellas que introducimos nosotras misma suele ser a través de emociones densas, aquellas que nos desvalorizan, nos hacen sentir pequeña y que no merecemos ser creadoras de la vida que soñamos… Todas estas emociones estancan las aguas que gobiernan nuestro útero.

El hecho de ser brutalmente honestas con nosotras mismas y darnos cuenta, desde la vulnerabilidad más profunda, que debemos enfrentarnos a nuestras sombras y alquimizar nuestras emociones densas es lo que nos llevará a abrazar nuestra soberanía y nuestra maestría como mujeres. Porque es ahí, precisamente, donde está nuestra fuerza: en un corazón que es a la vez humano y salvaje, que se sabe capaz de crear vida desde la composta que le ofrece aquello que ya murió.

Herramientas para la Alquimia Emocional

Hemos olvidado que tenemos a nuestro alcanza muchas herramientas que nos ayudan en el proceso de alquimizar nuestro cuerpo y nuestras emociones, y que forman parte de la práctica espiritual vivida desde lo femenino.

1. El ciclo menstrual

La primera de ellas es nuestro propio ciclo menstrual, un acto de pura alquimia que nuestro cuerpo realiza una vez al mes, por el cual nos liberamos física, emocional, psíquica y energéticamente. Y esto sucede seamos conscientes o no… lo bonito sería que tomáramos conciencia de todo aquello que queremos dejar ir cada vez que sangramos y prepararnos para es momento en el que morimos un poquito para volver a renacer.

Pero el ciclo menstrual no es la única herramienta con la que contamos. También tenemos otras herramientas ancestrales que nos ayudan en el proceso, como son el womb yoga, la respiración ovárica, la danza alquímica y los huevos vaginales.  Voy a hablarte un poquito de cada una de ellas para que puedas incorporarlas a tu vida. 

2. Womb Yoga o Yoga del Útero

El Womb yoga o yoga del útero nos permite conectar de una manera profunda con nuestra matriz y empezar a entender cómo creamos y destruimos desde ahí. Trabaja desde el Sagrado femenino, es decir: desde la ciclicidad, tanto la interna, la de nuestro cuerpo, como la externa, la que marca la naturaleza. Para ello toma como mapa la Rueda del Año, con las ocho festividades principales del año, para trabajar con la energía disponible en cada momento. Así entendemos los momentos que son más propicios para crear y aquellos que son más propicios para soltar. Y lo hacemos a través del cuerpo y su movimiento. Porque la vida es precisamente eso: movimiento.

3. La Respiración Ovárica Taoísta

La respiración ovárica es un sistema que reúne diversas secuencias de respiración consciente y movimiento que nos ayudan a contactar con el potencial energético que reside en nuestro cuerpo de mujer, y concentrarlo en los ovarios, el útero y el pecho, para aprender a utilizarlo a favor de nuestra propia sanación.

Es un proceso de sensibilización, conciencia, limpieza y purificación energética. Porque, una vez que tomamos contacto con esta poderosa energía que habita en nuestro interior entramos en una segunda fase de distribución y sanación alquímica. Este proceso nos permite mantener el flujo energético de nuestro cuerpo fluido y libre, y así, no sólo prevenir y tratar enfermedades, sino también vivir una vida más plena y fértil.

Esto es utilizar nuestra energía sexual, nuestro fuego sagrado, de forma destructiva. Esto no quiere decir que sea negativa, al contrario. Es rendirnos al hecho de que hay algo que debemos dejar morir y transmutarlo para poder abrirnos a lo nuevo y, una vez que hemos hecho esto, entonces sí: utilizar el fuego sagrado en su polaridad, para crear. Si lo entendemos así, nos damos cuenta que la destrucción es tremendamente compasiva y un acto de amor incondicional hacia ti misma.

4. Danza Alquimica Femenina

La danza alquímica nos permite abrir nuestro canal central para permitir que las energías creativas fluyan con libertad y sin obstáculos. Para ponerte un ejemplo simple: este canal central es como una tubería. Si está obstruida, la energía no puede pasar. Para poder limpiar y purificar todo nuestro canal central trabajamos con la Kundalini, esa serpiente enroscada en nuestro útero que, con la ayuda de la música, el movimiento libre y la energía de la Madre Tierra, va desbloqueando y abriendo cada uno de los chakras y va dejando libre el canal central para que la energía de la Madre cósmica descienda y seamos, junto a ella, co-creadoras de toda nuestra existencia. Es permitirnos bajar el cielo a la tierra. Esa es la gran enseñanza de la espiritualidad femenina.  

5. Los Yoni Egss o Huevos vaginales

Los huevos vaginales son instrumentos a través de los que cultivamos nuestra energía sexual interna y a través de los que sanamos y transmutamos memorias almacenadas en nuestros genitales. Con ellos podemos potenciar la unión entre el útero y el corazón, resignificar la sexualidad, transmutar los lazos energéticos, soltar el dolor de los abusos del pasado y reconciliarnos con nuestra energía masculina interna.

A modo de cierre

Desbloquear nuestro cuerpo a un nivel emocional y energético a través de todas estas prácticas tiene consecuencias también a un nivel físico. Mejora la tonicidad general de nuestro cuerpo y, en especial, de los músculos del suelo pélvico. Reduce los dolores menstruales, la tensión pre-menstrual, regula las menstruaciones y nuestro sistema hormonal, aumenta nuestra fertilidad, desarrolla nuestra sensualidad, nuestra sexualidad y también nuestra capacidad de gozo.

Y, con todo ello, reforzamos nuestra autoestima porque todas estas herramientas nos permiten volver a asumir nuestro poder a través de nuestro propio cuerpo y nos permiten entrar de nuevo en una profunda conexión con nosotras mismas y extraer de nuestro interior toda nuestra luz, con la ayuda de nuestra parte más oscura y salvaje. Nos ayudan a entender que, en la unión de las polaridades, masculino-femenino, luz-oscuridad, está la clave para ser mujeres completas.

Te invito a abrazar tu soberanía y a conocer todas estas prácticas en La Espiral, la membresía de la escuela

Rosa Mística

La práctica espiritual

La ruptura del linaje materno y el precio de volverse auténtica

Inake-La ruptura del linaje materno

Linaje materno

Una de las experiencias más duras que puedes tener como hija en la relación con tu madre es darte cuenta de que ella está inconscientemente involucrada en tu insignificancia. Ante este sentimiento, es verdaderamente desgarrador ver que, más allá de su propia herida, la persona que te dio a luz siente, inconscientemente, tu empoderamiento como una pérdida propia. En el fondo no es una tragedia personal, sino de nuestra cultura patriarcal, que dice a las mujeres que somos «menos que».

Todas deseamos ser auténticas, ser vistas tal como somos, ser aceptadas, y ser amadas por quien realmente somos. Es una necesidad humana. Lo cierto es que el proceso de convertirnos en nosotras mismas implica ser complicadas, fuertes, intensas, asertivas y complejas, cualidades que el patriarcado pinta como poco atractivas en una mujer.

Históricamente, nuestra cultura ha sido reacia a la idea de las mujeres como seres individuales.

El patriarcado identifica a las mujeres atractivas como seres complacientes, que buscan ser aprobadas, cuidan las emociones, evitan el conflicto y toleran el maltrato. En cierta medida, las madres transmiten esta imagen a sus hijas, y hacen que inconscientemente se construyan una falso yo, a menudo  a través de la máscara de «la rebelde», «la solitaria» o «la niña buena». El mensaje principal es «Para ser amada, no debes crecer». Sin embargo, las nuevas generaciones de mujeres tenemos el deseo de ser auténticas. Se podría decir que, con cada nueva generación, el patriarcado se debilita y el deseo de ser auténticas se va fortaleciendo entre las mujeres. De hecho, está empezando a ser urgente.

El anhelo de ser auténtica y  la añoranza de la  madre

Se trata de un dilema para las hijas criadas en el patriarcado. El anhelo de ser tú misma y el anhelo de ser cuidada, se convierten en necesidades que compiten entre sí, parece que tengamos que elegir entre una de las dos. Esto sucede porque tu empoderamiento está limitado en la medida en que tu madre ha internalizado las creencias patriarcales y espera que tú las acates. La presión de tu madre para que no crezcas depende principalmente de dos factores: 1) el grado en que ella haya internalizado las creencias patriarcales limitantes de su propia madre y 2) el alcance de sus propias carencias por estar divorciada de su yo verdadero. Estas dos cosas mutilan la capacidad de la madre de iniciar a su hija a su propia vida.

El costo de convertirte en tu ser auténtico a menudo implica cierto grado de «ruptura» con el linaje materno. Cuando esto sucede, se  rompen los hilos patriarcales del linaje materno, algo esencial para una vida adulta sana y poderosa.  Por lo general, se manifiesta en alguna forma de dolor o conflicto con la madre. Las rupturas del linaje materno  pueden adoptar diversas formas: desde conflictos y desacuerdos hasta distanciamiento y desarraigo. Es un viaje personal y es distinto para cada mujer. Básicamente, la ruptura sirve para la transformación y la sanación. Forma parte del impulso evolutivo del despertar femenino para empoderarse con más consciencia. Es el nacimiento de la «madre no patriarcal» y el comienzo de la verdadera libertad e individualización.

Por una parte, en las relaciones madre/hija más sanas, la ruptura puede provocar un conflicto, pero en realidad sirve para fortalecer el vínculo y hacerlo más auténtico.

Por otra parte, en las relaciones madre/hija agresivas y menos sanas, la ruptura puede desencadenar heridas no sanadas en la madre, y provocar que esta arremeta contra su hija o la repudie. Y en muchos casos, desafortunadamente, la única opción de la hija será mantenerse a distancia indefinidamente para conservar su propio bienestar emocional. Así, en vez de ver que es el resultado de tu deseo de crecimiento, la madre puede sentir tu alejamiento/ruptura como una amenaza, un ataque personal y directo hacia ella, un rechazo a quien es ella. Ante esta situación, puede resultar desgarrador constatar que tu deseo de empoderamiento o de crecimiento personal puede hacer que tu madre, ciegamente, te vea como una enemiga. En estas situaciones podemos ver el alto precio del patriarcado en la relaciones  madre/hija.

«No puedo ser feliz si mi madre es infeliz». ¿Has sentido esto alguna vez? Generalmente, esta creencia procede del dolor que te causa ver a tu madre sufrir por sus propias carencias y la compasión que te produce su lucha bajo el peso de las demandas del patriarcado. Sin embargo, cuando sacrificamos nuestra propia felicidad por la de nuestras madres, en realidad impedimos la sanación necesaria que produce llorar la herida en nuestro linaje materno. Esto solo provoca el estancamiento de ambas. Por mucho que lo intentemos, nosotras no podemos sanar a nuestras madres, y no podemos conseguir que nos vean tal como somos. El duelo es lo que trae la sanación. Tenemos que llorar por nosotras y por nuestro linaje materno. Este duelo trae consigo una gran liberación.

Con cada oleada de duelo re-integramos aquellas partes de nosotras a las que tuvimos que renunciar para ser aceptadas por nuestras familias.

Hay que romper los sistemas enfermos para poder encontrar un nuevo equilibrio, mucho más sano. Es una paradoja que sanemos nuestro linaje materno al alterar los patrones patriarcales, y no al mantenernos cómplices de los mismos para conservar una paz superficial. Hay que tener agallas y coraje para negarse a seguir acatando patrones patriarcales que tienen una gran fuerza generacional en nuestras familias.

Dejar que nuestras madres sean seres individuales nos libera (como hijas) para ser seres individuales.

Las creencias patriarcales promueven un nudo inconsciente entre madres e hijas, en el que solo una de ellas puede tener el poder. Es una dinámica de «una de las dos» basada en la escasez que deja a ambas sin poder alguno. Para las madres que han sido especialmente privadas de su poder, sus hijas pueden convertirse en «el alimento» de su identidad atrofiada y en el vertedero de sus problemas. Debemos permitir que nuestras madres recorran su propio camino y dejar de sacrificarnos por ellas.

Estamos siendo llamadas a transformarnos en auténticos seres individuales, mujeres liberadas de las creencias del patriarcado, y a reconocer nuestro valor sin avergonzarnos. Aunque parezca una paradoja, nuestra propia individualidad es lo que contribuye a una sociedad sana, completa y unida.

Tradicionalmente, a las mujeres se nos ha enseñado que es noble cargar con el dolor de los demás; que el cuidado emocional es nuestro deber y que deberíamos sentirnos culpables si nos desviamos de esta función. En este contexto, la culpa no tiene que ver con la consciencia sino con el control. Este sentimiento de culpa nos mantiene atadas a nuestras madres, nos debilita y hace que  ignoremos nuestro poder. Tenemos que darnos cuenta de que no hay ningún motivo real para sentirnos culpables. El rol de cuidadora emocional nunca ha sido un rol genuinamente nuestro, simplemente forma parte de nuestro legado de opresión. Si lo miramos así, dejaremos de consentir que la culpa nos controle.

Abstenernos del cuidado emocional y dejar que la gente aprenda sus propias lecciones es una forma de respetarnos a nosotras mismas y de respetar a los demás.

Nuestro «sobre-funcionamiento» contribuye al desequilibrio de nuestra sociedad y desempodera activamente a los demás impidiendo su propia transformación. Debemos dejar de cargar con los pesos de los demás. Y esto se hace viendo lo inútil que es. Y tenemos que oponernos a ser las guardianas y los vertederos emocionales de aquellos que se niegan a hacer el trabajo necesario para su propia transformación.

Contrariamente a lo que nos han enseñado, no tenemos que sanar a toda nuestra familia. Sólo tenemos que sanarnos a nosotras mismas.

En vez de sentirte culpable por no ser capaz de sanar a tu madre ni a los otros miembros de tu familia, date el permiso de ser inocente. Si lo haces, recuperas tu construcción personal y el poder que te quitó la herida materna. Y en consecuencia, devuelves  a tus familiares el poder de seguir su propio camino. Se trata de un gran cambio energético que se da al apropiarnos de nuestro valor y se ha demostrado que podemos conservar nuestro poder a pesar de los llamamientos a entregarlo a los demás.

El precio de transformarnos en auténticas  nunca es tan alto como el precio de permanecer en un «yo» falso.

Es posible que nuestras madres (y nuestras familias) nos den la espalda cuando nos convirtamos en más auténticas. Podemos sentir hostilidad, rechazo, rabia, y una denigración total. Puede ser que todo el sistema familiar sienta el terremotoY puede resultar asombrosa la rapidez con la que nos pueden rechazar o abandonar cuando dejamos de sobre-funcionar y expresamos nuestro auténtico ser.

El patriarcado limita severamente la capacidad de la madre de iniciar a su hija en su propia construcción personal, porque en el patriarcado, la mujer ha sido privada de su propia construcción. El patriarcado conduce al autosabotaje de la hija, a la misoginia del hijo, y a la falta de respeto del lugar del que procedemos, la misma tierra.

Es precisamente esta función de la madre como la «proveedora de la iniciación» lo que lanza a la hija a vivir su propia vida, pero este rol es solo posible en la medida que la madre haya experimentado o vivido su propia iniciación. Pero los procesos sanos de separación entre madres e hijas están muy boicoteados en la cultura patriarcal.

El problema es que muchas mujeres se pasan la vida entera esperando que su madre las empuje a vivir sus propias vidas, cuando sus madres son simplemente incapaces de hacerlo.

Es muy habitual ver cómo se pospone el duelo de la herida materna en mujeres que constantemente regresan al pozo negro de sus madres, buscando un permiso y un amor que ellas simplemente no tienen la capacidad de dar. En vez de completar este duelo, muchas mujeres tienden a culparse, y esto las bloquea. Tenemos que lamentar que nuestras madres no puedan ofrecernos una iniciación que ellas nunca recibieron y embarcarnos conscientemente en nuestra propia iniciación.

La ruptura es en realidad una señal del impulso evolutivo de separar los hilos patriarcales de nuestro linaje materno, de romper la atadura inconsciente a nuestras madres que ha potenciado el patriarcado y ser iniciadas en nuestras propias vidas.

Mi trabajo de ayuda a las mujeres a sanar su herida materna consiste en acompañarlas a salir de este ciclo de auto-culpabilidad y a hacer el duelo necesario para que puedan reivindicar su poder y potencial. Una parte de este proceso es aceptar este profundo dolor existencial, para poder iniciarnos en la libertad y la creatividad de nuestras propias vidas. Y, al final, este dolor da paso a una compasión genuina y a la gratitud hacia nuestras madres y a las madres de nuestras madres.

Es importante ver que, al rechazar las creencias patriarcales que dicen que para ser aceptadas deberíamos permanecer pequeñas, no estamos rechazando a nuestras madres. Lo que en realidad estamos haciendo es reivindicar nuestra fuerza vital, libres de patrones impersonales y limitantes que han mantenido a las mujeres secuestradas durante siglos.

Crear un espacio seguro para el anhelo de la madre

Aunque seamos mujeres adultas, añoramos a nuestra madre. Puede ser desgarrador sentir este anhelo y saber que nuestra propia madre no puede satisfacerlo, aunque hizo lo que pudo. Es importante enfrentarse a este hecho y llorarlo. Tu anhelo es sagrado y debe ser honrado.  Dejar un espacio para el duelo es una parte importante de ser una buena madre para ti misma. Si no hacemos un duelo sincero de nuestra necesidad insatisfecha de cuidado maternal, inconscientemente interferirá en nuestras relaciones, causando dolor y conflicto.

El proceso de sanar la herida de la madre implica hallar tu propia iniciación al poder y propósito de tu vida.

No se trata de un trabajo de superación personal cualquiera. Sanar la herida de la madre es esencial y fundamental; es un trabajo en profundidad que te transforma interiormente y te libera, como mujer, de cadenas centenarias heredadas de tu linaje materno. Tenemos que desintoxicarnos de los hilos patriarcales en nuestro linaje materno para avanzar en nuestro empoderamiento.

Sobre el rol  de «la madre como iniciadora», Moffit dice: «Este poder iniciático se asocia al de la chamana, la diosa, la maga y la mujer medicinal». A medida que cada vez más mujeres sanamos nuestra herida materna y damos un paso firme y consciente hacia nuestro poder, encontramos por fin la iniciación que estábamos buscando. Así nos volvemos capaces de iniciar, no sólo a nuestras hijas, sino, también a nuestra cultura, como un todo que está experimentando una gran transformación. Estamos siendo llamadas a encontrar en lo más profundo de nosotras aquello que no se nos dio. Al reclamar nuestra propia iniciación mediante la sanación de la herida materna, juntas, al unísono, encarnamos cada vez más a la diosa que está dando a luz a un nuevo mundo.

El texto original de esta articulo es de Bethany Webster. La traducción es de Carlota Franco y apareció publicado por primera vez en la web Mujer Cíclica, de Sophia Style. La fotografía es de Rodolfo Sanches Carvalho.

Rosa Mística