La mujer que me habita, la que sabe, me dice cuándo es el momento de la retirada.
Me hablan mis ancestras.
Me guían.
Y me empujan al borde de los precipicios.
– ¡Salta! – gritan.
Y si no salto, me asfixian.
La mujer que me habita sabe cuándo salir corriendo.
Sabe dónde me comen y dónde como yo.
Y me habla bajito cuando duermo contándome cómo soltar las cadenas.
Canta la loba en mi vientre canciones de salir corriendo.
Hay un tambor en mi centro que se pone a vibrar cuando llego vacía de todo, menos de mí.
Hay una serpiente en la tierra que se despierta y me busca cuando lo que elijo me enferma.
No hay tiempo.
Es ahora, o nunca.
Ha llegado el momento de mirar a la cara a la mujer salvaje. Y dejarla pasar.
Apartarse y morir. Morir a lo viejo. A la mentira. Lo conocido. La mujer a medias. La enferma.
La que ama a medias y vive a medias. Y da a medias. Y a medias se queda.
Yo te muero, mujer. Para revivirte de nuevo y darte el espacio que de verdad ocupas en el mundo.
El lugar que te corresponde.
No importa ese camino que te desaparece a cada paso que das ahora. No importa que no veas sendero delante de ti, mujer.
¡Avanza a oscuras con los ojos muy abiertos!
¡Huele a tus abuelas!
Y date cuenta de que conoces el camino. Porque ya fuiste antes.
Porque ya fuiste antes, mujer.
Ve, que no vas sola.
Autora: Elena Alonso
2 Comentarios
Me emociono tremendamente este poema!!
Vibre integramente!!
GRACIAS!!!
¿Verdad? ¡Es tremendo!
Gracias a ti