De cine… y otros recuerdos infantiles

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De cine.

A mi padre. Gracias por enseñarme tanto

«Estaba asustada. Realmente asustada. No había sido una buena idea ir de safari a África y, muchos menos, separarme del campamento. Los extraños sonidos de la selva hicieron que me aterrorizara aún más y, por instinto, salí corriendo. Tropecé con algo que sobresalía del suelo y me caí… y, de pronto, detrás de mí, eschuché el rugido de un león… Grité, grité con todas mis fuerzas pero mis gritos, de repente, quedaron ahogados por el sonido seco de un disparo… De entre la maleza, apareció él…».

Así empezaba la historia que nuestra abuela nos contaba justo antes de dormir, una historia en la que rememoraba cómo había conocido a mi abuelo. Ambos procedían de Cartagena y, al acabar la guerra, se habían instalado en Murcia, donde mi abuelo había abierto un pequeño negocio dedicado a la distribución de películas de la Universal. La oficina estaba situada en la calle San Lorenzo, en un edificio en el que también se encontraba la vivienda familiar. Mi padre cuenta cómo, los domingos, mi abuelo solía reunir a toda la familia en el salón y proyectaba, en una de las grandes paredes blancas de la habitación, las últimas novedades del cine de Hollywood del momento.

Esta afición la heredó mi padre y recuerdo, de pequeñita, cómo en el salón de mi casa quitábamos los Kamarrupas de Vicente Ros de la pared y, mientras nosotras nos arrovillábamos junto a mi madre en un enorme puff blanco, mi padre se peleaba con las bobinas de un enorme proyector y, no sólo veíamos películas, sino también las imágenes que él había captado de nosotras con su Super8… Y así por la pared del salón de mi casa pasaron el nacimiento de mis hermanas, sus primeros pasos, la primera nevada en Murcia, la crecida del río cada septiembre, el primer bando de la huerta, la primera Semana Santa, los bailes de fin de curso, las comidas familiares… pero también Rita, Marilyn, Audrey, Ava, Elisabeth, Katherine, Grace, Vivianne, Marlon, James, Clarke, Gene, Fred, Chaplin, Buster…

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Proyección Super8

La sesión empezaba con dos gritos de guerra antagónicos: si la película en cuestión era de la Universal, todos gritábamos al unísono «¡¡¡Bien!!!», mientras que si aparecía el León de la Metro, las letras de la Paramount o la United, se debía escuchar un fuerte «¡¡¡puff, la competencia!!!».

Tan naturales y familiares eran para mi todos esos rostros en blanco y negro que, ya en el instituto, mientras mis amigas decoraban sus primeras carpetas con fotografías de los cantantes y actores más conocidos del momento, yo lo hice con los recortes de las estrellas del pasado… carpeta que se hizo inseparable y que me acompañó hasta el final de la carrera… y que aún hoy guarda celosamente mis apuntes de museología.

De todas las películas que pude ver de niña hubo una que realmente me impactó. Fue Mogambo, no sólo porque Ava Gadner está magistral en su interpretación de Honey Beer Kelly, sino por una escena en particular en la que Linda Nordley (Grace Kelly) es salvada por Victor Marswell (Clark Gable) de convertirse en el festín de una enorme pantera negra. La vimos, como no, en el salón de casa, aunque esta vez en la pantalla del televisor. Cuando terminó, le pregunté a mi padre. «Oye… esto… ¿tú sabes como se conocieron los abuelitos…?». «Sí, claro», me respondió él con una sonrisa de oreja a oreja. «Lo han contado mil millones de veces. En un safari por África. El abuelo salvó a la abuela de un león…».

PD.: Este post lo escribí hace ya algunos años, en otro blog que ya no actualizo. Hoy, 19 de marzo, Día del Padre, lo vuelvo a recuperar con un significado distinto que tiene mucho que ver con «Autumn days», la última colección de Inake. Y tú, ¿tienes recuerdos de la infancia? ¿Te gustaría compartirlos conmigo? ¡Gracias!

London, I love you

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London

Si hay alguna palabra que pueda definir a la ciudad de Londres esa es style. Y, para ser más concreta, old style. Todo en la capital británica rezuma estilo, un estilo antiguo, en cierto modo decadente y en buen grado encantador. Charmy que dirían los ingleses. Desde la imponente arquitectura victoriana que domina la city hasta la escala más doméstica de las casitas de Coven Garden o Notting Hill, todo lleva a envolverte en una burbuja que traspasa el tiempo y te devuelve a otra época… una época en la que Mr. Darcy ha sustituido el té de las cinco por una pinta en un pub.

Y es que ese prototipo de gentlemen que tan bien describió Jane Austen aún se puede ver en las calles de Londres. El britishman por antonomasia, vestido con un abrigo de tres cuartos, guantes y bufanda perfectamente anudada al cuello, educado hasta decir basta y encantador, siempre encantador… Hasta el bombín, ese complemente masculino que yo creía ya formaba parte de las colecciones de los museos y de las películas de época, aún se puede ver en Londres… aunque quizá no sea tan habitual y sólo fue casualidad que los viera porque llegué un 5 de noviembre, día en el que los ingleses celebran no sólo la Bonfire night (la noche de las hogueras, cuando se simula el arresto y la quema de Guy Fawkes, revolucionario que intentó dinamitar el parlamente inglés y que inspiró la serie de cómic V for Vendetta) sino que también honran la memoria de todos aquellos soldados que perdieron su vida en algunas de las guerras en las que se vio envuelta su «graciosa majestad» desde la época de la reina Victoria.

Todo un alarde de virtuosismo unir ambos acontecimientos, todo hay que decirlo, pero un alarde muy elocuente de otra de las características de esta ciudad: la añoranza con la que sus habitantes se aferran al orgullo del imperio británico perdido. No sólo la rotunda arquitectura victoriana es un recuerdo constante del poder colonial que en su día ejercieron. Todos y cada uno de los monumentos y columnas de dimensiones imposibles al más puro estilo romano que decoran imponentes plazas y jardínes, así como los tesoros expoliados a las poblaciones dominadas que custodían sus excelentes museos, así lo atestiguan… Old style, pride… y quizá también algo de prejudice… Volvemos a la misma historia… Volvemos a la literatura.

Y es que es imposible hablar de Londres y no hablar de literatura. Y, especialmente, es imposible no hacerlo sobre uno de sus géneros: el teatro. Conté quince teatros únicamente entre Picadilly Circus, Coven Garden y el Soho. Kevin Spacey, con La herencia del viento; Keira Knightley, con El misántropo; o Jude Law con Hamlet, se atreven a enfrentarse cada noche con un público cuyos genes están ya trenzados con algún soneto de Shakespeare… Y eso es tener mucho valor… Junto a ellos, también el musical, en su espectacular renacimiento, domina la escena y las calles londinense… Los miserables, El fantasma de la ópera, Chicago, Billy Elliot…

Es imposible no perderse entre tantas luces de neón, entre tanto bullicio, entre tanta magia, entre tanto gentleman encantador, entre tanta historia… Es imposible no quedar embelesada por esta ciudad. London, I love you.

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Vistas de Londres
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Portobello Market
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Portobello Market
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Portobello Market
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Coven Garden